lunes, 29 de junio de 2009

La vida como mercancía


La semana pasada ha pasado casi desapercibida una sentencia judicial que dice que las tetas de una modelo son de interés general por las circunstancias de que la modelo en cuestión, es conocida (yo no la conozco, ni se quién es, pero parece que su señoría compra esas revistas que viven de mostrar las miserias de quienes son sus lectores) y de que estaba en un lugar público.
La sentencia tiene miga. Y no por el mero hecho de reconocer que la señorita que hacía top-less en una playa pública, estaba en situación de ser fotografiada por cualquiera. Supongo que esta situación ya habría sido sopesada por la modelo y ésta pensó que no la importaba.
Lo que la sentencia está diciendo es que si en lugar de estar en top-less, hubiera estado fornicando con su marido, novio o amigo-amiga, cualquiera podía haber cogido una cámara de vídeo, grabar el suceso, montarlo en casa y sacar copias a la venta. Porque, si una revista puede hacer negocio con los pechos de una señorita, por muy famosa que ésta sea, también se puede hacer con cualquier otra situación en la que intervenga ésta u otra persona conocida, mientras sea en un lugar público.
Imaginemos que Los Estopa, que son gente muy maja y accesible, están el día de San Juan en la playa cantando con su guitarra y en un grupo de amigos. Imaginemos que un “listo”, graba esas imágenes, las filtra y saca un DVD a la calle con la actuación, sin que los Estopa tengan conocimiento y sin que ellos aprueben la operación. Pues bien, según este espécimen de la inconsistente judicatura española, eso sería perfectamente legal ya que los personajes son conocidos y están en un lugar público.
También podríamos pensar que si cuando esta señorita enseña sus glándulas mamarias en un pase de modelos, se le sacan fotos y se enseñan en una publicación es perfectamente legal. O cuando Serrat actúa en las fiestas de un pueblo, se podrían sacar a la venta DVDs con estas actuaciones.
Todo es un sinsentido. Su señoría confunde el culo con las témporas. Cuando un famoso, famosillo o vividor de la fama vende su boda, la comunión de sus hijos o el polvo que echó con fulanito o menganita, está vendiendo sólo eso. Es como si cuando un agricultor vende las naranjas maduras de su naranjal a una empresa, viniera esta y le robora el resto alegando que ya que había vendido una parte están en su derecho de quitarle toda la mercancía.
En fin, que también en este campo y como diría el ex-alcalde de Jerez, “la justicia es un cachondeo”.