martes, 10 de noviembre de 2009

El muro de la desverguenza humana


Se cumplen veinte años desde que parte del muro de Berlín se vino a bajo. Veinte años en las que lo mejor del comunismo se fue por el agujero de las alcantarillas y en los que lo peor del capitalismo se ha supradesarrollado. Veinte años que, como dice la canción, no son nada para los que vivimos a este lado de la carretera pero que han sido y siguen siendo un infierno para los que no lograron cruzar a este otro lado. Curiosamente (o no) uno de cada ocho alemanes del Este piensan que estaban mejor antes de derribarse el muro y que no les importaría volver a levantarlo. Son los que no han entrado en el gran sueño americano (hacerse rico en un golpe de suerte). Son los que ven que occidente sólo les ha traído paro, injusticia social, pobreza e impuestos.

En estos veinte años, en los que la nación que provocó el holocausto judío se convirtió en la desesperada locomotora de Europa, el pueblo soportante del holocausto se ha convertido en el verdugo de otro holocausto en el que este maravilloso mundo occidental es cómplice: el exterminio del pueblo palestino. Otro muro se ha levantado para vergüenza mundial. Un muro que impide a los palestinos tener agua potable, trabajo, comida, medicinas y hospitales. Un muro que ensalza las vergüenzas del capitalismo salvaje, de la guerra sin piedad, del terrorismo de estado y sobre todo de la injusticia social. Lo que es válido para unos es causa de escarmiento para otros.

En estos veinte años, cayó el muro que separaba Europa y poco a poco se levantó el muro que separa el primer mundo del resto de mundos. No sólo vallas metálicas separan estos mundos (como en el caso de Ceuta y Melilla). Este muro está realizado en la más fina de las mamposterías del odio a lo distinto, del miedo a lo desconocido y de la ignorancia y desconocimiento del ser humano. El color de la piel, el de la cara, la forma de hablar y de vestir se convierten en muros infranqueables dentro de este primer mundo lleno de gente sin piedad, de gente que conforme al gran sueño americano se limita a engañar al resto de congéneres para conseguir riqueza y poder. Es el gran muro del racismo, de la xenofobia y de la intolerancia.