domingo, 21 de marzo de 2010

Vestido púrpura, corazón negro.

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Cuando uno llega a la vejez, pierde esa parte de la mente que le indica al ser humano lo que se puede o no se puede decir. Los mayores, son gente a la que los tapujos sociales, les traen al pairo y suelen ser bastante impertinenentes, además de meter el dedo en la llaga de las personas con quienes hablan. Recuerdo que en sus últimos cuatro cinco años de su vida, mi padre sobre todo discutía con mi madre, por las cosas que éste les decía a los demás.

Sólo así se entiende que el que se las da de padre sin serlo (o de eso presume por lo menos) pida a los demás que no juzguen a los pederastas de la iglesia y que el que nunca haya tocado a un niño, tire la primera piedra. Entiendo que, acostumbrado a meterle mano a monaguillos y discípulos a él le pueda parecer que eso es habitual entre los mortales, pero no. Yo levanto la primera piedra para darle en su cabeza de ex-nazi. Yo nunca he pecado, al menos en lo que yo entiendo que es pecado y, por tanto, me siento libre de tirar piedras contra los que son como él.
Tal vez, los de siempre dirán que el curilla, no se refería a lo de la pederastia sino a criticar por los pecados de los demás. Si eso fuera así, entonces, ¿por qué critica a los que se divorcian?, ¿por qué critica él a los que no usan preservativo? ¿y a los que abortan?. A lo peor es que para el ex-nazi esos pecadillos son más importantes a los ojos de dios que alabar y proteger genocidas, violar chiquillos o perdonar a ladrones de guante blanco.

Para poder dar lecciones de cualquiercosa hay que predicar con el ejemplo. Y aquí, Razzinger Z, el nazi, y todo su séquito de sotanas púrpuras se empeñan en decidir sobre la bonanza o fealdad de la vida de los demás. Se empeñan en predicar castidad cuando, todo párroco ha tenido "sobrinas" a sus servicio y a falta de éstas, feligresas demasiado fieles, y en el peor de los casos niños con los que disfrutar. Se empeñanan en dar lecciones de pobreza mientras viven entre mármoles, oros y obras de arte de incalculable valor. Se empeñan en castigar como pecado el gusto por la comida, mientras sus orondas barrigas son incapaces de entrar por las puertas del Asador Donostiarra. Y sobre todo, les encanta martirizar a sus fieles con que la mentira es pecado y ellos son doctores horroris causa en ese tema.

En fin, que al igual que no me fío de mi carnicero si me dice que ese filete es de primera pero él no se no se lo lleva a casa o del fontanero que intenta cobrarme el trabajo sin factura ¿por qué fiarse de quién se comporta diariamente al contrario de todo aquello sobre lo que predica?

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