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Todos sabemos que en la vida, no todo es blanco o negro y que hay matices que pueden convertir lo obvio en algo enrevesado y lo que parece ser una maraña de acontecimientos estar al tiro de un solo hilo.
Pero cuando se trata de dictaminar si una ley es constitucional o no, ¿dónde está la complicación? Hasta el más lego en derecho podría dictaminar si una ley es contraria a otra. Sólo hay que leer ambas y contraponer los artículos que pueden estar en contradicción. Entonces, ¿Cuál es el problema entre el estatut y la Constitución? El problema es el de toda la alta judicatura española: la dependencia política de los cargos del partido que los ha nombrado. Unos porque quieren ser más papistas que el papa y piensan que para demostrar su independencia deben votar en contra de lo que creen y otros, estos si son fieles a lo suyo, porque sólo ven la zanahoria del partido que les ha puesto allí. Los llamados “progresistas” saben que si dictaminan a favor de la inconstitucionalidad el follón que se montará traerá consecuencias irreversibles. Los de la rama fascistoide y afines al Opus Dei, porque saben que si lograran sacar la inconstitucionalidad a delante, sería el mejor regalo que le pudieran hacer al patriota de hojalata y al partido que les ha puesto donde están.
Si sus señorías, no quieren o no saben dictaminar una resolución en tres años de deliberaciones, deberían abandonar sus cargos por incapaces.
Nada es blanco y en botella, pero lo que no se puede es dictaminar a través de las conveniencias de la mano que mece la cuna.
Pero cuando se trata de dictaminar si una ley es constitucional o no, ¿dónde está la complicación? Hasta el más lego en derecho podría dictaminar si una ley es contraria a otra. Sólo hay que leer ambas y contraponer los artículos que pueden estar en contradicción. Entonces, ¿Cuál es el problema entre el estatut y la Constitución? El problema es el de toda la alta judicatura española: la dependencia política de los cargos del partido que los ha nombrado. Unos porque quieren ser más papistas que el papa y piensan que para demostrar su independencia deben votar en contra de lo que creen y otros, estos si son fieles a lo suyo, porque sólo ven la zanahoria del partido que les ha puesto allí. Los llamados “progresistas” saben que si dictaminan a favor de la inconstitucionalidad el follón que se montará traerá consecuencias irreversibles. Los de la rama fascistoide y afines al Opus Dei, porque saben que si lograran sacar la inconstitucionalidad a delante, sería el mejor regalo que le pudieran hacer al patriota de hojalata y al partido que les ha puesto donde están.
Si sus señorías, no quieren o no saben dictaminar una resolución en tres años de deliberaciones, deberían abandonar sus cargos por incapaces.
Nada es blanco y en botella, pero lo que no se puede es dictaminar a través de las conveniencias de la mano que mece la cuna.
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