
Los sindicatos son lo que la sociedad actual. Una sociedad cómoda y acomodada, acostumbrada a que todo se lo den hecho y a que la lucha para conseguir cosas sea del vecino porque para eso le pagan o para eso le hemos elegido o para eso es sindicalista. Y así nos luce el pelo. Por nuestra inconstancia, nuestro pasotismo, nuestro miedo a perder lo que no tenemos pero que el banco nos hace creer que es nuestro, hemos perdido derechos que costaron a nuestros antepasados años de lucha, de penurias, de hambre, de cárcel y de muerte. Y lo peor de todo es que para volver a conseguirlo, nuestros hijos (porque nosotros ya somos incapaces) tendrán que volver a pasar por lo mismo.
No voy a arengar aquí a la huelga. Cada uno es mayorcito para saber lo que debe de hacer. Tampoco voy a intentar inculcar la idea de que es la huelga o la muerte de los derechos, porque en este camino emprendido por los neofascistas ya no hay vuelta atrás hasta llegar al final dónde nos espera la lucha callejera, la sangre, la cárcel e incluso la muerte. Soy consciente de que esta huelga llega tarde y mal. Pero también lo soy de que es lo que toca y lo que hay que hacer. No nos podemos quedar de brazos cruzados viendo como tenemos que cotizar y trabajar más años para poder jubilarnos, viendo como nuestros compañeros con empleo precario no tienen ninguna oportunidad y como los fijos acaban en la calle porque la indemnización es asumible o porque se pueden “maquillar” las cuentas haciendo ver unas posibles pérdidas dónde en realidad hay ganancias.
El día treinta quién habrá perdido es el trabajador. Quién habrá ganado es el Partido Patrincar y sus políticas neofascistas y quién se quedará igual serán el P$%€ y los sindicatos mayoritarios por hacerle el trabajo sucio a los fascistas.