martes, 2 de noviembre de 2010

La izquierda, la ortodoxia y el fagocitismo

La izquierda se caracteriza en este país por autofagocitarse en su propia ortodoxia. Aquí, se juega día a día a ver quién es más auténtico, quién es el que mejor cumple el programa y quién el que es más fiel a si mismo. Y también se caracteriza por, habitualmente, equivocar el objetivo.

Decía Don Manuel Rico el otro día, que Reyes Montiel, se iba de IU en Madrid, asqueada porque esta coalición ha “olvidado” los casos de corrupción del Partido Patrincar y porque su denuncia causa cierto pasotismo entre sus dirigentes.

En lugar de recoger el guante y explicarle a Don Manuel su equivocación y el “pasotismo” de los medios de comunicación y de sus empresas editoras hacia todo lo que no sean los grandes partidos, muchos de nosotros nos lanzamos dardos envenenados entre las diferentes posturas izquierdistas. Algunos incluso me llegaron a llamar PSOEISTA, a mi que he sido y soy el azote del gobierno y que vengo diciendo desde hace ya algún tiempo que este partido es un partido demócrata cristiano con políticas económicas liberofascistas.

A menudo olvidamos quién es el enemigo. Si enemigo es este P$%€ que se dedica a dar dinero del contribuyente a los bancos para que su balanza de ganancias no se escore hacia el equilibrio presupuestario, mucho más enemigo será el que propone subirle los impuestos a la media clase para librarle de ellos a los que más tienen. Si enemigo es el que aprueba reformas laborales que propician el despido por estar enfermo o que te deja en la calle con 20 días por año trabajado, de los que 12 salen de los propios trabajadores a través del fondo de garantía salarial, mucho más enemigo es el que propone despedir a quinientos mil empleados públicos (para meter seiscientos mil cercanos a su partido y amigos varios) o propiciar el despido sin indemnización. Si enemigo es el que no dota de la financiación necesaria a la ley de dependencia, mucho más enemigo será quién ha decido aparcarla definitivamente y quién ha decidido que la SICAR siga gozando de sus privilegios, quién quiere que toda la enseñanza sea concertada religiosa o quién quiere privatizar las Cajas de Ahorro, la sanidad o quién desea que los geys y lesbianas tengan que volver a la semiclandestinidad.

Y es que, la izquierda en este país, se empeña en parecer obsoleta y en ponerse rabo, cuernos y tridente. Nos empeñamos en dar miedo al elector y hacerles el juego a todos los periolistos camorristas que se empeñan en presentarnos como el caos cuando somos la solución. Nos empeñamos en hacer la revolución cuando ni siquiera tenemos escaños para decidir en la vida política actual. Nos empeñamos en insultarnos, cuando deberíamos permanecer unidos ante la que se nos viene encima. Nos empeñamos en equivocar al enemigo y en discusiones vanas mientras el enemigo real nos está quitando los derechos conseguidos con sangre, sudor y lágrimas en más de un siglo de lucha. Nos empeñamos en dividir, en lugar de sumar. Y sobre todo, nos empeñamos en unas siglas a las que cuarenta años de dictadura, y casi cuarenta de democracia tutelada han convertido EQUIVOCADAMENTE en la nebulosa del mal.
Primero, consigamos escaños, seamos el partido que decide en la política nacional. Luego cambiemos la ley electoral para que las minorías estén representadas y para acabar con el bipartidismo de las derechas (la demócrata del P$%€ y las fascista del Partido Patrincar), porque todo lo demás vendrá por si sólo.