jueves, 23 de diciembre de 2010

Cuento de Navidad


Elías juega en la calle. Hoy es Nochebuena. Su padre hoy no vendrá a casa. Ayer le detuvo la policía por vender comida en El Retiro. Su papá se quedó en el paro con esto de la crisis. Antes trabajaba en las obras. Eran otros tiempos cuando vivían en un pequeño piso en Vicálvaro, con calefacción, agua caliente y comida en el plato todos los días.

Su papá fue el primero en venir. Allá en el Perú no había posibilidades. No había comida, ni escuela, ni agua en la casa, ni luz eléctrica. Trabajo es lo único que sobraba. Su papá cultivaba la tierra allá en Jayllihuaya (Puno). Trabajaba muchas horas para cavar, sembrar y recoger maíz y patatas con el que alimentar a sus cuatro hijos. Mucho trabajo, poco rendimiento y mucha hambre. Vino a España a través de su hermana Daisy que había trabajado en un hotel de Puno que le llevó a ganar el dinero suficiente para pagarse el pasaje. Al año de estar en España, y con el dinero que le mandaba al papá de Elías, éste pudo pagarse un pasaje de avión que le trajera a España. Trabajó muchas horas en muchas obras para devolver el dinero a su hermana y poder traer a la familia. Una vez todos juntos, decidieron comprar un pequeño piso en el barrio que les había acogido. Todo iba bien hasta mediados del 2009. Apenas llevaban de nuevo un año juntos y su papá se quedó sin trabajo. Primero le bajaron el salario, luego estuvo trabajando sin contrato por lo que le querían dar y al final cerraron la obra. El paro les duró hasta Abril de este año. En Agosto, el banco les quitó la casa por falta de pago. Llevaban diez meses sin poder hacer frente a la hipoteca. El hermano de Elías, Dylan estuvo muy malito. Le tuvieron que ingresar. Durante el tiempo de hospital, el gobierno de España ofreció pagarles el viaje de vuelta a Perú. Pero no podían dejar a Dylan aquí, ni podían llevárselo. Así que no pudieron irse. De todas formas, allí no hay oportunidad alguna. Si hubieran vuelto, ya no tendrían ni tierra en la que sembrar porque alguien se la habrá quedado. Ahora viven en el mismo barrio, pero han cambiado el asfalto por el barro, la casa de ladrillo por un cobertizo fabricado con palés y plásticos de una obra parada y los radiadores por una desvencijada estufa de hierro comprada en una chatarrería cercana. La luz la toman prestada de una farola de la calle y el agua de una fuente cercana. Algunos días no hay comida porque ya Cáritas no les da casi alimentos, aunque Elías y sus tres hermanos comen en el colegio. Su madre sufre de dolores de espalda por tener que lavar la ropa en un balde y por la cantidad de portales que tiene que fregar para llevar alimentos a casa. Con la detención de su papá las cosas empeorarán. Hacían comida típica peruana que vendían en El Retiro y los domingos en la Casa de Campo. Pero su casa, que no es una casa, no reúne condiciones. Uno de los que compraron comida hace tres meses, estuvo grave porque el pescado del ceviche tenía Anisakis. La policía, lo encontró ayer vendiendo ceviche en el Retiro, se lo confiscaron y lo detuvieron. A su mamá le han dicho que está acusado de un delito contra la salud pública y que estará en la cárcel hasta que se celebre el juicio.

Elías juega en la calle y hoy es Nochebuena para el resto del mundo. Para Elías es un día más. Sólo ha celebrado una Nochebuena en su vida. Fue el primer año que estuvo en España. Cenaron ceviche de marisco y pavo relleno. ¡Y hasta Papá Noel apareció la mañana de Navidad y le trajo un coche teledirigido y un balón de fútbol! Pero Papá Noel les ha abandonado como el trabajo y como el resto del mundo. El año pasado, quizá porque eran pobres y no pagaban la hipoteca, Papá Noel ya no llegó (aunque su madre le dijo que estaba muy viejito y que ya no podía repartir regalos a todo el mundo). Y este año, tampoco lo esperan. A Elías no le importa mucho porque cuando era más pequeño allí en el Perú, no conocían a Papá Noel. Sabían que existía pero a ellos nunca les visitó. Se siente mal porque el año anterior, al llegar al cole después de las vacaciones de Navidad, todos los niños traían sus juguetes nuevos y le preguntaban que le habían traído a él los Reyes Magos. Elías no sabía que decir y se inventó que tenía una bicicleta nueva. Pero estuvo llorando mucho rato. Su mamá le dijo que no se preocupara porque seguro que Papá Noel se había equivocado y le había dejado los juguetes en Jayllihuaya.

Hoy no habrá cena de Nochebuena. Ni tampoco televisión que ya no tienen. Su mamá salió temprano y le dejó al cuidado de todos sus hermanos por ser el mayor. Han comido pan y una tortilla de tres huevos que su madre les ha dejado preparada para los cuatro.

Elías tiene hambre pero empieza a sospechar que la Navidad nunca llega a casa de los pobres. Recuerda haber visto una película de un hombre que no creía en la navidad y se le aparecía Papá Noel y, aunque era pobre y sin dinero, acababa teniendo un golpe de suerte y la navidad le traía dinero, felicidad y una bella esposa. Pero Elías ya sabía que eso sólo pasa en las películas.

Hoy es Nochebuena y mañana navidad, pero para Elías y sus hermanos no habrá regalos, ni chocolate con churros, ni trenes eléctricos que hacen chu, chu. Hoy cenarán si su madre ha encontrado algo abierto cuando acabe de limpiar el último portal. Su padre, al menos tendrá una cena especial en la cárcel. Su hermana Escarlata no tendrá un oso por la mañana al que abrazar, ni habrá ningún camión para su hermano Jonathan, ni un perrito para Dylan.

Elías divisa a un motorista a lo lejos. Lleva un impermeable azul y un enorme casco amarillo. Es el cartero y se dirige hacia su casa. Aparca la motocicleta. Trae una especie de sobre azul en la mano. Le pregunta si Sandalio Nicodemo vive en esa casa. Elías le dice que es su padre y que está en la cárcel. El cartero pregunta por su madre. Elías le indica que volverá más tarde. El cartero pregunta cuántos años tiene y Elías le dice que diez. En lugar del sobre azul, le deja un papel blanco y amarillo y le dice que deberán ir a recoger el telegrama a la oficina de correos.

Elías no sabe que dentro viene una orden de un juez que les separará de sus padres. Hoy es Nochebuena y mañana Navidad y Papá Noel en lugar de regalos o carbón les va a dejar sin padres.

Es el espíritu real de una navidad cualquiera. Pero Disney, jamás contará la historia de Elías en ninguna película. Hoy es Nochebuena y mañana Navidad. Mientras miles de personas malgastamos nuestro dinero en opulentas cenas y comidas navideñas. Mientras hacemos nuestro pequeño papel en la película del consumismo exacerbado. Mientras compramos millones de juguetes que nuestros hijos no usarán, millones de niños no tienen navidad, ni año nuevo, ni reyes, ni jueves santo, ni San Isidro, ni la Constitución, ni cumpleaños, ni onomástica, ni comida que llevarse a la boca. Es el espíritu de la navidad. Una navidad en la que el Tomtom de los Reyes Magos o de Papá Noel, no conoce el camino a las casas de los pobres.

La navidad se ha convertido en un producto más de consumo.