miércoles, 1 de diciembre de 2010

Un paso más hacia el abismo


La primera guerra mundial surge como salida a una situación mundial en la que el pueblo empieza a plantearse que eso de que los nobles y poderosos lo sean por la gracia de dios no parecía muy razonable. Los obreros empezaban a reclamar mejores condiciones laborales, seguridad en el trabajo y salarios dignos y el voto para todos los hombres. Las mujeres empezaban a reclamar el derecho al voto para ellas.

Mientras, las dinastías semifeudales de Alemania y Austria hacían y deshacían desoyendo las voces de su parlamento y el Zar de Rusia cortaba cabezas por delitos tan graves como que las reses pastasen en terrenos reales. La situación era tan caótica que, una vez comenzada la contienda, la mayor parte de los oficiales de los ejércitos lo fueron por ser nobles y no por su valentía o valía. Tal fue el “nivel” de estos personajes que enviaron a una muerte segura a más de 10.000.000 de soldados en enfrentamientos “a pelo” contra las trincheras enemigas. Aparte de estos 10 millones de muertos se produjeron más de 20 millones de heridos.

La situación actual se parece en cierta forma a la de los primeros años del siglo XX. Hasta los comienzos de esta guerra llamada crisis, la clase media había aumentado de una forma escandalosa. Todo el mundo parecía tener dinero y el que no, lo conseguía fácilmente. La primera guerra mundial acabó con el medievo social pero no con las desigualdades. Y curiosamente muchas de las familias que mandaban entonces siguen mandando ahora.

La salida a cualquier situación de crisis siempre fue la guerra, especialmente la de falta de mercados o de consumo. Pero actualmente la guerra, como explicaba el otro día Don ramón Cotarelo, no es posible. Existe mucho armamento nuclear y el miedo a que nadie salga bien parado o victorioso es enorme. Otra de las razones para que la guerra no sea la salida a la situación es que ya no hay enemigos. El último enemigo cayó con el muro de Berlín. Todo el mundo, incluso China, se rige por el sistema Capitalista y la globalización ha hecho imposible abrir más mercados. Porque dónde no hay dinero (África, por ejemplo) no se consume y allí no se pueden ganar más dinero. Y además, como también decía Don ramón, esta es una crisis de excedentes de dinero.

Durante años, el dinero de los bancos nacionales estaba respaldado por el oro que había en sus reservas. Aunque el patrón Oro se abandonó con la Primera Guerra Mundial, el sistema segúía más o menos en vigor hasta mediados de los años ochenta del pasado siglo, que dejó de funcionar (gracias a uno de los primeros neoliberales, un mediocre actor llamado Reagan). Ahora, sobre todo los Astados Unidos, cuando tienen problemas, se dedican a imprimir y sacar al mercado ingentes cantidades de billetes.

¿Cómo salir de la situación entonces? A través de un juego al que sólo pueden jugar los señoritos: la especulación. La bolsa nació como forma de financiación de las empresas. Tu fundabas una empresa y en un momento dado necesitabas dinero para financiar proyectos y dividías una parte de la propiedad en partes más pequeñas llamadas acciones que vendías al mejor postor. Hoy en día, la bolsa es el juego de unos desaprensivos que se dedican a vender y comprar situaciones, pronósticos, riesgos, seguros y otra serie de cosas etéreas y abstractas que la mayoría de los mortales no entendemos. Negocian con el riesgo de un país a no poder pagar a sus acreedores (los compradores de deuda pública). Negocian con el riesgo que corren los seguros que deberían responder económicamente por esos países. Hacen dinero con la venta de una posibilidad de adquirir unos alimentos que ni siquiera compran después y hasta con los barriles de petróleo que venden sin haberlos comprado (y que nunca comprarán).

¿Cómo evitar que todo el mundo sea igual? Presionando a los países más débiles que no tuvieron la precaución de ahorrar en tiempos de bonanza para que no puedan pagar a sus acreedores de deuda pública para que su economía reviente y de paso con el efecto dominó, acabe derribando al siguiente en la debilidad. Lo mejor de todo es que, antes, les desarman obligándoles a tomar medidas que les meten más y más en el agujero para que su caída sea inminente. Todas las reformas que llevaron a cabo países como Islandia, Bulgaria, Grecia e Irlanda no impidieron que les robaran la cartera. Todas las medidas que han acometido Portugal, España, Italia y hasta Bélgica, no servirán sino para que se contraiga más y más su consumo, aumente su tasa de paro y acaben en manos de los especuladores trileros.

Zapatero le ha cogido gusto a eso de ser abanderado del nuevo fascismo económico. Todo lo que hace va en contra de nuestros intereses y de nuestros bolsillos. Aun así, todo lo hace por nuestro bien. Cuando los parados a los que se les va a quitar la posibilidad de comer al menos una vez al día, ya no tengan esa posibilidad, tendrán que dedicarse a delinquir. Las nuevas medidas harán que el consumo baje aún más, que el paro aumente y que la intervención esté más cerca. Mientras se dedica a regalarle a los especuladores los negocios públicos que dan dinero, estrangula los que no son interesantes para el Gobierno (como a Correos, dónde el propio gobierno ha valorado en 380 millones de euros la prestación del servicio postal universal [el llevar cartas a los pueblos pequeños] y según la nueva ley que se está tramitando la contribución del gobierno al pago de ese servicio será de 60 millones y bajando) y anula cualquier tipo de inversión pública.

Wikileaks ha demostrado que Zapatero es una persona inestable cuyo único objetivo es agradar al poderoso. La Gúrtel ha demostrado que el Partido Patrincar está para hacer que sus amigos vivan a costa del erario público. Y los neocones liberofascistas han demostrado que están en guerra con los trabajadores. Y esa guerra produce pobreza, paro, hambre, caída en picado del poder adquisitivo, anulación de derechos, nuevo esclavismo y una nueva forma de vida parecida al medievo.