jueves, 13 de enero de 2011

La ley es para los pobres

En su despedida como Presidenta del Tribunal Constitucional María Emilia Casas, les ha dejado un “recadito” a nuestros ilustres políticos. Les ha vituperado echándoles en cara el sistemático incumplimiento de la Constitución. Tres años para renovar los cuatro magistrados que le corresponde nombrar al Senado son demasiados incluso para un estado que practica la indefensión por sistema como el de España. Y los cuatro miembros que corresponde nombrar al Congreso van por el mismo camino. El “recadito” de la hasta ahora presidenta del Tribunal iba dirigido a todos los miembros del Senado, aunque todos sabemos quiénes son los verdaderos culpables. La gaviota siempre anda al acecho de la carroña, esperando la ocasión propicia para llevarse un huevo, un polluelo o las vísceras. Y como llevan más de seis años esperando a que haya elecciones para tener mayoría, no tienen prisa. Y más sabiendo que las encuestas les dan el triunfo absoluto. Para ellos nombrar a los jueces “amigos” es importante porque, todo político importante en el Partido Patrincar, deberá pasar en alguna ocasión por el banquillo. Y si esto es así, mejor que quién esté vestido de negro, sea un amigo.

Que algunos se han dado por enterados, lo demuestra el hecho de que, ipso facto, el Carnicero del Yacolev ha depositado su mala baba habitual calificando el mandato de Casas como “la etapa más negra” del TC. El príncipe de las tinieblas de la desvergüenza, el maestro cum lauden en cara dura, el tipo que mandó enterrar a 62 militares “a sorteo de identidades”, el tipo bajo cuyo mandato se contrató una caja de sardinas tripulada por borrachos para transportar a los soldados como quién transporta ganado, sabe mucho de negruras, de indecencias y de malas gestiones. Por eso, no debería calificar tan a la ligera a los demás. Quizá por etapa Negra, se refiera a no plegarse a las presiones de los trincofascistas en sentencias como la del Estatut que querían que “fuera tumbada” a las primeras de cambio.

Si los políticos son expertos en hacer la “trampa” a la ley, como lo demuestra que González aprovechó una ley de presupuestos para modificar otras que nada tenían que ver con los presupuestos y que el Insufrible del clembuterol y gastador de la botella, que en un principio criticó la medida, copió la idea hasta en tres ocasiones, los del Partido Patrincar son cinturón negro en este tipo de incumplimientos. Fueron los trincosos los que dilataron los plazos de respuesta hasta que el silencio administrativo se convirtió en una máquina de denegar peticiones y recursos. Son los trincofascios de la Rancia los que imponen servicios mínimos abusivos en las huelgas para abortarlas. Son los trincosos los que retuercen la legalidad hasta salirse con la suya. No obstante, el P$%€ no se queda atrás. En los tiempos de González empezó la moda de los servicios mínimos abusivos. En tiempos de González se retorció la legalidad hasta exprimirla para que los fondos reservados pagaran cosas increíbles. Y en tiempos de González también se empezó con esa “moda” de solicitar recibos de pago a la SS o de deducciones del IRPF de cinco años atrás. Todo muy legal, pero con muy mala leche.

Sin embargo, son los políticos los que se llenan la boca de exigir el cumplimiento de las leyes a los paisanos. Son los políticos los primeros en acudir a los tribunales cuando saben que el personal de “a pie” no puede pagarse un abogado.

Si los trabajadores no cumplen con los servicios mínimos abusivos, son sancionados. Pero si la Rancia sistemáticamente incumple la imposición de los mismos no le pasa nada. Si un funcionario comete un error y se equivoca en asignar una subvención, se le expedienta y se le sanciona, pero si La Rancia concede licencias de radio o televisión ilegalmente, no pasa nada. Si en la tele pública de Madrid, la Rancia llama pederastas a todos los miembros del grupo heavy Lujúria, es libertad de expresión, pero si el cantante de ese grupo la llama “hija de puta” entonces es un insulto sancionable.

El sistema está viciado. Mangoneado por una serie de gentuza sin escrúpulos que no tienen remordimientos de ningún tipo, ni conciencia social, ni humanidad ni sensibilidad. Sólo están dónde están para ayudarse a sí mismos, a los suyos y a sus amigos. Todo en nombre de un pueblo adormecido, sitiado y en perpetua cuarentena. De nosotros dependen que las cosas cambien, porque no todos son iguales y porque unos son más iguales que otros. Nada es inevitable y todo se puede cambiar con esfuerzo, lucha y compromiso.

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En la foto, de izq. a dcha: Luis Ortega, Francisco José Hernando, Adela Asúa y Francisco Pérez de los Cobos, los nuevos magistrados del TC, propuestos por el Senado con María Emilia Casas (el centro).