
Ya he dicho alguna que otra vez, que las víctimas del terrorismo sólo son eso (que no es moco de pavo) pero nada más. No se pueden establecer políticas penitenciarias, negociaciones o cualquier otra actuación del gobierno que impliquen políticas nacionales y actuaciones para todos los ciudadanos acordadas, negociadas o salidas directamente de un colectivo mínimo, en su mayor parte de una tendencia política cercana a la extrema derecha y cuya vida, a partir del punto de inflexión de la pérdida de su ser querido, se basa en el resentimiento y el “ojo por ojo”. Si a los padres y madres cuyas hijas han sido asesinadas por energúmenos desquiciados, no se les hace demasiado caso a la hora de recoger sus peticiones de pena de muerte, no entiendo porqué hay que negociar con quienes ha perdido un hermano, un hijo o un padre asesinado vilmente por otro tipo de asquerosos asesinos, pero ni mejores ni peores que los anteriores.
Por otra parte, ya empieza a ser, aparte de molesto, peligroso que los salvapatrias de turno, nos digan lo que podemos o no podemos hacer y que, todos los que en esto no comulgamos con su pensamiento seamos considerados amigos o pro-etarras. Los que, condenando la violencia y el terrorismo como lo condenamos, creemos que para una salida eficaz, duradera y definitiva del problema creado por los etarras, debemos de ceder en cierta forma y negociar, no tenemos porqué ser considerados ni etarras, ni delincuentes, ni mucho menos amigos de los asesinos. Aquí, y en el mundo entero, todos sabemos quiénes son los delincuentes, los que roban e incluso asesinan para que sus ideas se impongan por la fuerza. No hay nada más que ver lo que ha pasado en Arizona, dónde un desquiciado niñato seguidor del Tea Party, se ha cepillado a siete personas pero cuyo primer objetivo fue la senadora Gabrielle Giffords, una demócrata partidaria de derechos de la mujer como el aborto, del derecho a una sanidad universal y, curiosamente también, partidaria de que todo usaniano pueda portar un arma.

Tanta crispación en nuestro país, no puede ser buena. Y quiénes alimentan esa crispación, se consideran salvadores de la patria y nos dicen lo que debemos hacer, están llamando a los desequilibrados o a los más talibanes a que se tomen la justicia por su mano. Luego vendrán los lamentos y las excusas.