viernes, 25 de marzo de 2011

Intransigentes hijos de dios


Hace apenas un par de semanas, unas estudiantes de la Complutense de Madrid, hasta el gorro de que los meapilas se pasen el día soltando panfletos contra los homosexuales y contra los derechos de la mujer, decidieron pasar a la acción y montar una protesta que acabó dentro de un espacio público que en exclusiva usa la religión católica como capilla. Advierto que jamás hubiera tomado parte en una acción similar, no sé si por las viejas inculcaciones de mi niñez que han dejado poso o por mi condición de tolerante hasta con los intolerantes. Estas chicas que, acabaron subiéndose y quitándose las camisetas dentro de la capilla (no he visto ni una sola foto en la que hubiera alguna chica con sus senos al aire), fueron denunciadas y detenidas conforme al artículo 521.1 del Código Penal por un delito contra los sentimientos religiosos.
Uno, bien entrado el siglo XXI, no llega a comprender que haya asignaturas de religión en los colegios públicos, pero desde luego, aún entiende menos que en una universidad haya espacios públicos dedicados en exclusiva al uso por una única confesión, cuando las demás no tienen el mismo derecho y cuando los alumnos deben reunirse en el césped de la calle.

Como el tiempo da y quita razones, no han pasado ni quince días cuando el representante permanente de la Santa Sede en las Naciones Unidas, el arzobispo Silvano M. Tomasi, se opuso ayer en la ONU a que se despenalice la homosexualidad con perlas como estas:



Un estado no debe castigar a una persona, o privar a una persona del disfrute de cualquier derecho humano, basado sólo en los sentimientos de la persona y los pensamientos, incluyendo los pensamientos y sentimientos sexuales. Pero los Estados pueden y deben regular los comportamientos, incluyendo diversos comportamientos sexuales.

La gente está siendo atacada por tomar posiciones que no son compatibles con el comportamiento sexual entre personas del mismo sexo

(Digo yo que más bien es al revés, a los que atacan es a los homosexuales). Como se ve toda una declaración de respeto (que es lo que ellos exigen).

No sólo esta actitud del grajo purpurado, llama la atención. Estos días se está ensayando en Barcelona una obra de teatro que está ambientada en un local gay dónde en la víspera de la visita del Papa a Barcelona. se reúnen diversos personajes que practican sexo, entre ellos una monja catequista drogada que descubre su sexualidad o un joven que tras cumplir 18 años lo celebra ofreciendo su cuerpo a quien lo desee. El reportaje que yo he visto por la tele, raya el mal gusto (a mi modo de ver, y aquí volvemos a la educación recibida en mi niñez) pero nada más. Nada que ofenda a quién no quiera ir a verla, porque además, han puesto carteles de advertencia en la entrada al teatro, advirtiendo que hay escenas que pueden herir la sensibilidad.

Pero he aquí que una asociación de católicos llamada E-Cristians, ha decidido que la obra ofende su sentimiento religioso y que, por tanto, debe de ser prohibida (como en los mejores años del franquismo. ¡Viva la tolerancia!). Si estos señores no quieren sentirse ofendidos, simplemente que no vayan a ver la obra. Porque, si empezamos así, acabaremos con las misas, las iglesias y las mezquitas, ya que a algunos nos molestan y ofenden nuestros sentimientos. Hasta ahora, siempre he pensado que con no asistir a sus funciones y no hacer caso a sus exigencias, estaba todo saldado. Pero si empiezan a tocar las narices y retrocedemos cuarenta años, van a crear un conflicto dónde no lo hay. Porque esta gentuza ha empezado diciendo que se sienten perseguidos, continúan denunciando a los que no piensan como ellos, basándose en un artículo obsoleto del código penal (véase la denuncia a Javier Krahe hace unos meses por un vídeo realizado treinta años antes) y acabarán metiendo en la cárcel a los que sólo queremos vivir nuestra vida sin meternos con nadie. Todo ello con la connivencia de aquellos togados que “no se fían de que SORTU, no estén contaminados por ETA, pero nosotros, debemos confiar en que ellos no estén contaminados de las ideas franquistas.

Y para muestra un botón. En el colegio, mi hijo dejó unos cromos encima de la mesa, cuando se fue a otra clase a dar “alternativa a la religión”. Mientras, en su clase se daba religión católica. Cuando volvió, le faltaban cuatro cromos. La respuesta de la profesora de religión fue la siguiente: “La culpa es tuya por haber dejado los cromos encima de la mesa, ya que ahí eran una tentación”.

Los intolerantes, disfrazados de bondad y movidos por el dinero sacado de todos nosotros, usan su influencia y ese dinero, para obligarnos a seguir sus mandatos. Y encima andan por ahí diciendo que los intolerantes somos los demás no por querer que ellos desparezcan, sino por luchar para que nos dejen en paz