Como el tiempo da y quita razones, no han pasado ni quince días cuando el representante permanente de la Santa Sede en las Naciones Unidas, el arzobispo Silvano M. Tomasi, se opuso ayer en la ONU a que se despenalice la homosexualidad con perlas como estas:
“Un estado no debe castigar a una persona, o privar a una persona del disfrute de cualquier derecho humano, basado sólo en los sentimientos de la persona y los pensamientos, incluyendo los pensamientos y sentimientos sexuales. Pero los Estados pueden y deben regular los comportamientos, incluyendo diversos comportamientos sexuales.”
“La gente está siendo atacada por tomar posiciones que no son compatibles con el comportamiento sexual entre personas del mismo sexo”
(Digo yo que más bien es al revés, a los que atacan es a los homosexuales). Como se ve toda una declaración de respeto (que es lo que ellos exigen).
Pero he aquí que una asociación de católicos llamada E-Cristians, ha decidido que la obra ofende su sentimiento religioso y que, por tanto, debe de ser prohibida (como en los mejores años del franquismo. ¡Viva la tolerancia!). Si estos señores no quieren sentirse ofendidos, simplemente que no vayan a ver la obra. Porque, si empezamos así, acabaremos con las misas, las iglesias y las mezquitas, ya que a algunos nos molestan y ofenden nuestros sentimientos. Hasta ahora, siempre he pensado que con no asistir a sus funciones y no hacer caso a sus exigencias, estaba todo saldado. Pero si empiezan a tocar las narices y retrocedemos cuarenta años, van a crear un conflicto dónde no lo hay. Porque esta gentuza ha empezado diciendo que se sienten perseguidos, continúan denunciando a los que no piensan como ellos, basándose en un artículo obsoleto del código penal (véase la denuncia a Javier Krahe hace unos meses por un vídeo realizado treinta años antes) y acabarán metiendo en la cárcel a los que sólo queremos vivir nuestra vida sin meternos con nadie. Todo ello con la connivencia de aquellos togados que “no se fían de que SORTU, no estén contaminados por ETA, pero nosotros, debemos confiar en que ellos no estén contaminados de las ideas franquistas.
Los intolerantes, disfrazados de bondad y movidos por el dinero sacado de todos nosotros, usan su influencia y ese dinero, para obligarnos a seguir sus mandatos. Y encima andan por ahí diciendo que los intolerantes somos los demás no por querer que ellos desparezcan, sino por luchar para que nos dejen en paz