viernes, 29 de abril de 2011

¡Nueve millones de pobres!


Los responsables del Banco Santander quizá presionados por la escasa moral que aún les queda, justificaban los más de dos mil cien millones de euros (2.100.000.000,00) ganados entre enero y marzo de 2011 y lo justifican diciendo que la solución a la crisis no parte de la concesión de créditos a particulares sino, justamente de todo lo contrario. Dicen los responsables del Banco que preside uno de los responsables en España de este embrollo en el que estamos metidos, que las familias deben autorestringirse el crédito y sanear sus economías. Lo que tiene su sentido y estaría bien si no fuera porque el fondo para salvar esas instituciones tan beneficiosas que te dan un paraguas cuando hace sol y te lo quitan cuando llueve, ha salido de los bolsillos de esas economías familiares y que mientras “su” banco ha ganado una cantidad de dinero ignominiosa, nueve millones de personas están por debajo del umbral de la pobreza. Una pobreza, en gran parte causada por la crisis que “su” banco y otros han causado sin atisbo de pavor.

Según un informe emitido por Amnistía Internacional, en España hay más de nueve millones de pobres (9.000.000), casi un 20% o lo que es lo mismo uno de cada cinco. Y aunque parezca mentira (yo me he enterado leyendo este informe) hay más de doscientas mil personas que no tienen acceso a la sanidad pública (salvo acudir a Urgencias). Es decir, que doscientos mil ciudadanos de este país no pueden acudir a un ambulatorio a que les tomen la tensión, les vacunen, les quiten una muela picada, les receten paracetamol para un resfriado o les curen una herida infectada.

Siempre he pensado que, para que las cosas se arreglen, deben ponerse mucho peor y que cuanto más desharrapados haya, más fácil se prenderá la yesca que reforme esta sociedad insolidaria e injusta y que acabe con el sistema económico de trileros actual en la que los ricos cada día son más ricos y los pobres también cada día más pobres y en la que éstos (los pobres) pagan los servicios y la administración del estado mientras los ricos se escaquean. Pero después de escuchar a Esteban Beltrán, dudo mucho de que ese sea el camino de la salvación. Porque también según este informe, me he enterado que en casi cualquier país de la Unión, le puedes pedir al gobierno que te informe sobre los planes, por ejemplo que tienen para tu casa y vistos esos planes puedes interponer un recurso que, entre otras cosas, le impide a cualquiera de las administraciones derribar tu casa o expulsarte de la misma o dejarte sin ella. Aquí sin embargo no puedes pedir esa información, ni mucho menos presentar recurso y por supuesto cualquier alcalde sin escrúpulos puede dejarte en la calle (que se lo pregunten a los vecinos del Barrio del Aeropuerto a los que calificaron sus casas de ruina, les echaron a la calle y treinta años después las casas siguen en pie y con otros habitantes).

Según este mismo informe, a los pobres, además de privarles del pan y de los recursos mínimos de subsistencia, se les priva de sus derechos, metiéndoles en un bucle cónico en el que según desciende el nivel económico desciende la capacidad para recurrir esos derechos. Además los que, de momento, no estamos entre esos 9 millones pero tampoco pertenecemos ni nos acercamos a los 132.000 que son ricos, tapamos las miserias del estado al considerar el derecho a la vivienda, al trabajo, a la educación o a la sanidad como derechos inferiores por ejemplo a derecho de manifestación, expresión o libertad de movimiento. Consideramos que estos últimos son la base de la democracia y que los otros son parte de un estado de bienestar al que nosotros ya pertenecemos. Pero ni nos damos cuenta, los que están por debajo de nuestro nivel económico (al que podemos caer simplemente por quedarnos sin trabajo) les preocupa mucho menos no poder expresarse libremente que poder comer o tener un techo dónde vivir que poder circular libremente (entre otras cosas porque ellos no tienen dónde ir).

A los ochocientos mil analfabetos que dice el informe que hay en nuestro país (el 70% mujeres) no sólo se les priva de la capacidad de reclamar sino que además se les está privando de su capacidad de expresión e incluso de su capacidad de sufragio. Sufragio al que tampoco pueden acceder los que de esos nueve millones están sin techo, porque para poder votar debes estar empadronado y para empadronarse hay que vivir en algún sitio.

Por tanto, o los que tenemos algo que perder nos ponemos las pilas y salimos a la calle a acabar con este mundo injusto, asocial y nada democrático, o cuando en lugar de nueve millones haya dieciocho y seamos uno de ellos, ya no habrá remedio.