martes, 14 de octubre de 2008

Cuando la naturaleza se revela.

A menudo, la naturaleza se revela contra el hombre, le enseña sus fauces y acaba convirtiendo su entorno en un infierno de agua, barro, desolación y tristeza. El hombre juega a ser el dueño del mundo y para ello no duda en querer controlar todo incluido el medio en el que vive. Se empeña en construir allí dónde antes había rieras, en poner muros de hormigón en los cárcavos por los que debe salir el agua para que pasen los coches (por cierto, éstos son mas baratos que elevar la carretera y dejar que por debajo siga habiendo un arroyo) y en edificar casas dentro de los cauces naturales de ríos, ramblas y torrentes.
Luego vienen las lamentaciones y la búsqueda de responsables entre las diferentes administraciones (quienes por cierto son culpables por omisión) tirando la pelota de un lado a otro, de un alcalde a otro, de una alcalde a la Conserjería correspondiente y de ésta al Ministerio. La verdad es que todos son culpables como he dicho por omisión. No se puede consentir que por abaratar costes una autovía tape una salida natural del agua o que ésta recoja un kilómetro lineal de aguas pluviales y lo suelte a la buena de Dios en un único sitio donde le parezca al señor arquitecto. Como tampoco se puede consentir que una urbanización acote su perímetro con muros de hormigón que taponan el agua.

Salud, educación, más cabeza, más lectura, menos catecismo y menos TV.