lunes, 16 de marzo de 2009


Ayer, 15 de marzo se celebró el día mundial del consumidor. Nada, lo de siempre. Días de celebración de algo porque el resto del año nadie se acuerda de ello o ellos-ellas. Y es que en el caso de los consumidores, o sea de todos nosotros, parece mentira que nos dejemos tratar así y que no hagamos valer nuestros derechos. Telefónicas, bancos, seguros, eléctricas y otros malos bichos, nos tratan como a la pulga que les pica en sus ingles y que aplastan sin miramiento. 
Ayer oía en una radio que debemos protestar y reclamar. Que quién reclama saca siempre algo (aunque sólo sea la cabeza caliente y los pies fríos). Los servicios de atención al cliente son servicios de desinformación y otra forma de hacer dinero de esas empresas. Llamas a números 902 en los que debes hablar con una maquinita que ni entiendes ni te entiende. Reclamas por escrito y te contestan con una carta tipo que dice algo así como que toman nota (pero ni puto caso) y que tu carta sirve para mejorar el servicio. Tu carta sólo sirve para que investiguen cómo saltarse a la torera nuevas reclamaciones. Así que, ¿Para qué sirve el día mundial del consumidor?
Nosotros, pobres consumidores, deberíamos reclamar a los gobiernos de turno, una oficina de atención al consumidor INDEPENDIENTE, y que tramite todas las quejas y reclamaciones y a la que las empresas deberían estar obligadas a mantener y a resolver sus denuncias. Esta oficina independiente sería una especie de tribunal de arbitraje de obligado cumplimiento para las empresas. Porque ahora, aparte de que muchas empresas no se acogen a este servicio, ir a los tribunales es impensable. No se pueden reclamar 300 euros cobrados de más y que el procedimiento te cueste 2000 euros. Eso y que tengas que buscar abogado hasta para escribir al defenestrador del pueblo.