viernes, 31 de julio de 2009

Cuento para las vacaciones


Mariano, se levanto expectante. Su corazón latía velozmente. Pum, pum, pum, pum, pum, pum. Su estado de ansiedad era casi el mismo que la noche anterior cuando, caretas en la cara y guantes de látex en las manos, habían saltado la valla de las piscinas municipales y habían arrasado con la caja del bar, las botellas de güisqui de importación y los tres jamones cinco jotas que colgaban del dintel de la barra. Todo apenas en quince minutos. Por su amigo el camarero, que duró tres días en aquel establecimiento, sabía que la recaudación era cuantiosa y que el dinero se escondía en un plástico bajo el barril de cerveza. También sabían que los sábados no había recogida de dinero. El bar estaba de moda. La piscina estaba de moda. La gente “guapa” de la ciudad acudía a tomar copas a esa terraza desde hacía casi dos meses. Se servían muchas cervezas y muchas tapas de jamón ibérico.
Mariano estaba exultante. Sus venas hacía tiempo que habían cambiado la sangre por la adrenalina. Necesitaba un radíocasete para el coche que le había regalado su padre. Quería un cuadrofónico para su buga y no tenía dinero para comprárselo. Su compañero de pupitre en el instituto le sugirió la idea de “comprarlo” por la noche. Si iba con ellos se lo regalarían. Así había empezado todo. Luego vinieron los altavoces de 500 vatios, la mezcladora de sonido, el radícasete de Luis, la guitarra de Manolo, el bajo de Ramón y la gasolina para el coche, los cubatas del domingo, la cadena de oro para su churri. Todo era más fácil si tenías dinero, y el dinero se conseguía fácilmente con pequeños palos a cabinas de teléfono, coches aparcados o puestos de helados.
Cuando le propusieron el primer “palo” a un bar, no sabía que decir. Tras muchas presiones aceptó. Cuando llegaron a sitio, le temblaban las canillas de las piernas y le sudaban las manos. Cuando entraron, la adrenalina se apoderó de su cuerpo y tras hacerse con la pasta, empezó a romper las botellas y las copas de la barra. Eso le hacía sentirse bien.
Ahora, la adrenalina corría más por sus venas cuando veía las noticias del robo plasmada en grandes letras en el titular del periódico de su ciudad, o cuando salía el representante de la asociación de bares y restaurantes, malhumorado no ya por los robos, sino por los destrozos ocasionados, que cuando cometían la tropelía en si.
Lo que le daba vida ya no eran los robos ni los destrozos. Lo que más adrenalina le producía era saberse protagonista de la noticia, ver su nombre reflejado en el periódico aunque no figurara explícitamente.
Después de la barbarie, cada mañana se levantaba muy nerviosos a comprar el periódico. Si el robo aparecía en grandes titulares su ego aumentaba hasta el éxtasis. Sino, el cabreo era monumental.
Esta mañana, la noticia del robo apareció en primera página en letras muy grandes. Mariano, sonrió.