martes, 15 de septiembre de 2009

Los cínicos heredarán la tierra prometida



Dice el diccionario de la RAE que el cinismo es la desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables. También dice el diccionario que un hipócrita es aquel que finge cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan. El tonto de los cojones mayor del Reino, presunto invertido, presunto gallego y presunto presidente del PPITO (Partido para la Institunalización del Trinque Oligárquico), ha llegado a tal grado de cinismo y de hipocresía que esta noche al buscar la definición de ambas palabras en el María Moliner me ha salido la foto de este capullo.

Esta mañana, al poner RNE escucho (sin querer, lo juro) a este estúpido decir que lo de Benidorm no es lo mismo que lo sucedido en otros municipios de Alicante porque en Benidorm ellos tienen mayoría absoluta. Vamos a ver, si el PP tuviera mayoría absoluta no perdería la alcaldía como parece que va a suceder.

Y es que los demócratas de toda la vida están acostumbrados a hacer lo que les viene en gana. Eso sí, justifican sus acciones presentándose a las elecciones cada cuatro años. Elecciones en las que no creen, pero que consienten, mientras les dan mayorías suficientes para poder distribuir la riqueza del país entre amigos y conocidos. Cuando ven que el pueblo les quita el gobierno (que no el poder) siempre hay almas caritativas que se prestan a cambiar el voto a su favor a cambio de irse al grupo mixto. Pero cuando ni las urnas, ni las carteras (de negociación, por supuesto) pueden solucionar el desaguisado de mantener el gobierno, acaban clamando justicia ante algún amiguete de la judicatura o en los medios de comunicación afines. Para ello se inventan presuntas conspiraciones o como en el caso de Benidorm dan la matraca para que los necios se lo crean y les acaben dando el voto en las siguientes elecciones.

Las incongruencias y contradicciones no les importan. Lo que importa es dar la matraca en todos los medios. Vender humo y crear riqueza (a los suyos). No importa que algún concejal de su partido se haya gastado el dinero público en chaperos y en cocaína. No importa que este estúpido se vanagloriase de tener una familia católica modélica y, de perseguir invertidos mientras le ponía los cuernos a su mujer y se metía unas rayitas en el baño del puticlub. No importa que alcaldes, diputados y senadores experimenten grandiosos incrementos patrimoniales durante sus mandatos. No importa que los jueces amigos les juzguen a sabiendas de que la primera ley moral de un juez debe ser la inhibición en los procesos a conocidos y amigos. No importa que traten de niñas a las madres de 16 años y de perversos adultos a los niños de 12. No importa mentir. Lo único que les importa es llegar a cualquier tipo de gobierno para distribuir la riqueza del contribuyente entre los suyos.

P.D.: Invertido: participio del verbo invertir.