domingo, 20 de septiembre de 2009

Solidaridad y racismo son cosas del vecino.


Veo hoy en las noticias de La Sexta, una encuesta sobre la solidaridad de los españoles. Llama la atención que, aunque el 75% de los encuestados están a favor de que los desempleados que han agotado todas las prestaciones sigan percibiendo algún tipo de ayuda y un 83 % están a favor de que se suban las pensiones a nuestros mayores, casi el 54% dice no estar dispuesto a “subvencionarlo” con una subida de impuestos.

Y es que en este país de pícaros, dónde los que viven sin pasar por el registro civil son solteros a la hora de solicitar becas para sus hijos y casados a la hora de solicitar una vivienda social, dónde los que trabajan por cuenta propia viven en estupendos adosados y conducen vehículos de a 40.000 euros la unidad con unos ingresos inferiores a los 6.000 euros año, y se llevan para sus bolsillos el dinero de las becas, dónde nos declaramos no racistas pero nos molesta que se ayude a sudamericanos y africanos hasta que no nos ayuden primero a nosotros y dónde el que no defrauda al fisco es porque no puede, la solidaridad, como el reciclaje y la tolerancia sólo es “de boquilla”.

En este país llamado España, nos quejamos de que pagamos muchos impuestos, pero permitimos que nuestro vecino esté cobrando el paro y haciendo chapuzas “en negro”, somos capaces de manifestarnos contra la violencia doméstica pero nos callamos como putas si es el vecino de abajo el que le casca a la mujer, despotricamos contra ayuntamientos y gobiernos, pero perdemos “el culo” por darle la mano al corrupto que se enriquece con nuestros impuestos y nos quejamos ante nuestros familiares y amigos de lo mal que nos tratan las eléctricas y las timofónicas, pero somos incapaces de escribir una reclamación.

Aquí, estamos acostumbrados a que los demás nos solucionen nuestros problemas, reclamen por nosotros y a que “otros” ayuden a pobres y necesitados. Pero ni queremos dar nada nuestro a los demás (salvo órganos y sangre que debe ser que gracias a dios no lo valoramos como nuestro), ni queremos tener indigentes y desfavorecidos en nuestros barrios, ni queremos que nuestro dinero se emplee en la ayuda a los desfavorecidos. Para eso ya está el estado.


¡Como si el estado obtuviera el dinero de dios!