lunes, 16 de noviembre de 2009

Sólo nos faltó el Rock&Roll (y el Ferrari).

Sólo nos faltó el Rock and Roll. Como decían los Burnin, unas copas y unos amigos… En este caso virtuales amigos, pero no por eso menos reales. Fue como una convención de esas que hace el partido pa trincar (Malatesta, te echamos de menos, amigo) en la que un grupo de lo más variopinto, echamos un ratito en un restaurant madrileño a fin de poner cosas en común y de pasar un buen rato. Aquí no había líder al que hacerle feo. No había razones personales para irse a mitad de la comida (bueno si las hubo, pero no me fui a mitad sino una vez finalizada y con cierta desazón). Tampoco había necesidad de dejar las cosas claras en cuanto a estrategia o liderazgo porque aquí cada uno va a lo suyo (que es lo que debe de ser porque en la variedad de pensamiento es dónde está la verdadera libertad y la verdadera consecución de logros). Al contrario que en la convención del partido trincoso no hubo discurso del líder al finalizar porque teníamos la prensa dentro de la reunión (cada uno de nosotros).
La cuestión era reunirnos, hablar de nuestras cosas, comer y beber caldos exquisitos y conocer a quienes leemos diariamente y con los que la mayor parte de las veces coincidimos en el pensamiento.
Como es habitual, Don Sebas hizo varios regalos a las señoras a fin de que se pusieran de su parte en la disputa que mantiene con el constructor (de ladrilos) Eutiquio.
Nos trincamos como aperitivo una esssssssssssstuppppppppppppppenda sobrasada que había dejado para nosotros el día anterior el gran Al-Mayurka (muchas gracias, amigo, te debemos dos. Una por no poder asistir a la mani y otra por esa estupenda sobrasada que ya jamás había degustado con tanta voracidad) y, entre otros caldos, un Vega Sicilia que como me vaticinó el gran Sebas, jamás la Bodega había caído tan bajo ni yo había llegado tan alto.
En resumidas cuentas, sólo nos faltó el Ferrari al final del acto. Un servidor se marchó antes de las copas por motivos personales (juro, de verdad que no estaba con el asqueroso Curita en el asiento de atrás).
La reunión fue todo un éxito: confraternizamos, confabulamos, hablamos del bien y del mal, del sexo de los ángeles y de a qué huelen las nubes. Nos metimos entre pecho y espalda un montón de botellas de buen caldo (excepto el de Malatesta que no nos lo dejaron probar, que lo sepas) y pasamos un buen rato con el Vigilante, el Pasdre Anacleto y su socio Don Rigoberto. También estuvo la Santísima Trinidad. Pero ninguno de ellos hizo acto de contrición y tampoco quiso pagar la cuenta. Así que nos quedamos más o menos como estábamos.

Salud, amigos y repetición.