domingo, 17 de enero de 2010

Los nuevos moriscos Vs los viejos cristianos

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En tiempos de crisis, el ser humano tiende a ser conservador, a echarle la culpa de sus desmanes y de su desgracia al que está peor que él y a pensar que eliminando al distinto tendrá más oportunidades.

Durante la edad media, los cristianos españoles atenazados por curas y clérigos que daban bastante más importancia al rezo que al trabajo y que además diezmaban con impuestos a los pobres campesinos, empezaron a pensar que los judíos eran los causantes de sus males. No soportaban que les fuera mejor que a ellos y azuzados por las perversiones religiosas de monjes y frailes no pararon hasta echarles del país. Claro está que si nobles y reyes no hubieran visto en esa expulsión la oportunidad para zafarse de sus deudas, probablemente nunca se hubiera producido. Igualmente sucedió en la España posmusulmana. Los moriscos eran la envidia de los cristianos que pensaban más en el temor de dios y de la iglesia que en el trabajo y siguieron sin soportar que los musulmanes cristianizados a pesar de todas las trabas impuestas, salieran a flote, mientras sus reyes se enzarzaban en interminables y costosas guerras religiosas.

Ahora que estamos también en crisis con uno de cada cinco personas en edad de trabajar en paro, y a falta de moriscos o judíos a los que echarle la culpa de un sistema injusto en los que bancos y especuladores nos sacan los ojos, hemos vuelto nuestra rabia en lugar de contra los verdaderos culpables, contra aquellos que vinieron a ocupar los puestos de trabajo que nosotros no queríamos ya ejercer (cuidar a nuestros mayores, limpiarles su mierda, limpiar nuestras casas y cuidar a nuestra prole). A los tradicionales discursos de la iglesia sobre la falta de moral que nos está llevando al caos, se suman las actuaciones de la sustituida nobleza por los herederos legítimos: los políticos del trinque. Al igual que los nobles, sólo piensan en ellos mismos. Al igual que los nobles de la edad media, ejercen el poder contra el pueblo con el famoso lema de “todo para el pueblo pero sin el pueblo” a lo que yo añado “y explotándolo”. Los políticos del trinque sólo buscan el voto fácil. Así cuantos más idiotas haya más fáciles son de engañar. Que en Vic un 20% de la población es inmigrante y que las encuestas dan un avance considerable a un partido xenófobo y ultra, pues impedimos que los distintos, a los que seguimos echando la culpa de nuestra conformidad y de nuestra falta de acción, se empadronen. Que en Torrejón de Ardoz la nueva clase media madrileña, esa que cree que es superior a los demás porque vive en adosados del banco o en pisos con pista de pádel, le echa la culpa a los emigrantes de no poder aguantar un tren de vida propio de dementes, pues pedimos que el propietario del piso dónde malvive el emigrante autorice su empadronamiento.

Claro que luego está el caso contrario en los que el partido pa trincar no sólo no se opone al empadronamiento de todo quisqui sino que son los propios candidatos a alcaldes los que empadronan a sus familiares, amigos y conocidos en casas abandonadas, cuadras y cochiqueras.

La diferencia es clara, mientras que los inmigrantes no pueden votar en la mayor parte de los casos, los empadronados en las pocilgas ponen y quitan alcaldes.

Deberíamos concienciarnos de que los inmigrantes no son los que bajan los salarios, sino los explotadores que se aprovechan de la ocasión. Deberíamos concienciarnos que no es mejor trabajar por quinientos euros al mes que estar en el paro, porque esos quinientos euros son el veneno que acabará con todos nosotros. Deberíamos concienciarnos de que los que defraudan son los culpables del déficit del estado. De que los que se llevan la pasta a paraísos fiscales son los que nos han dejado en el paro. De que no es posible seguir pagando impuestos por sueldos de mierda mientras los bancos y empresas aseguradoras y de telefonía nos roban impunemente, siguen teniendo ganancias multimillonarias y provocan crisis que nos llevan al paro y a la pérdida de derechos. Debiéramos concienciarnos de los verdaderos culpables y hacérselo pagar.

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