jueves, 4 de marzo de 2010

Los impulsos del Naziofascismo español.

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Uno de esos TDLC que pululan por casa Manolo Saco, nos acusaba el otro día de rezumar odio. No se si le falta razón o no. En mi caso más que odio es mala hostia, o mala sangre como ustedes prefieran. La mala hostia es como una enrome cabeza de cerilla con retardo, que cuando choca con algo rancio, empieza poco a poco en una lenta ignición que va cogiendo fuerza conforme pasa el tiempo y acaba por prender una llama explosiva. Lo que rasca la cerilla son las acciones que los trincofascistas se empeñan en acometer por el simple disfrute de ver como nos quemamos lentamente mientras ellos se sienten protegidos por el extintor de los escoltas. Una de esas rascas se produjo el otro día cuando el presunto genocida, enano mental y acomplejado insufrible, le hizo la peineta a los que le increpaban sabiendo que era intocable porque para eso estaban allí los escoltas. Para apagar el fuego de la gente.

Hoy se ha producido una nueva rasca o afrenta. La Rancia, viendo que los que nos oponemos a que se maltraten animales en un espectáculo público, no somos simpatizantes suyos ni tampoco votantes, ha decido proteger por ley las corridas de toros, declarándolas bien de interés cultural. Esta medida no está tomada por las reivindicaciones de toreros, apoderados y del mundo taurino en genral. NO. Esta medida está tomada como forma de demostrarle a España Paña que aquí esta la Rancia CID dispuesta a defender desde su atalaya de la antigua Dirección de la Seguridad las hermosas tradiciones españolas en peligro por culpa de los independentistas catalanes. A la Rancia, mientras el empresario de las Ventas no sea uno de los suyos, se la soplan los toros, las vacas y los toreros. Pero se ha dado cuenta que defender el maltrato animal en una plaza de toros son votos en las urnas. Votos de los nacionalistas españoles añorantes del Rejuntaguas y votos de los que les gusta ir a fumarse un gran puro a la sombra, mientras un pobre animal se desangra poco a poco en el alvero.

Parece que en su visita al hospital de Getafe, como no había previsto que pudiera suceder lo que sucedió al ir acompañada de Pedro Castro (el inventor del tontocojonismo), la acogida que sanitarios y público en general la dedicaron, no fue de su agrado. Como maliciosa y vengativa que es, ha intentado sin mucha fortuna lanzar sus iras contra su ocasional acompañante. Y puesto que no ha dado resultado, esto de los toros es una de las formas de desquitarse. Ella sabe que nos enciende y que nos hace daño y de eso y de capturar votos se trata.

De nada nos va a servir intentar hacer comprender a los taurinos ( a la Rancia ni lo intentamos. Los burros no entienden de tipos de avena) que hay tradiciones que han de ser superadas. Que a los de Manganeses de la Polvorosa les divertia mucho, muchísimo despeñar a la pobre cabra desde el campanario de la iglesia. Que seguro que a los ciudadanos de Roma les gustaba mucho, muchísimo que leones y gladiadores se enfrentaran cuerpo a cuerpo en el alvero del Coliseum. Que a los de mi pueblo (y a los de alado) les encantaba en las aburridas tardes de invierno castellanas, coger a un pobre perro vagabundo, atarle unas cuantas latas al rabo y ver como salia corriendo con el miedo explotándole los ojos. Todas eran tradicones que divertían a la gente.En todas había maltrato animal. Y todan se han superado porque el pueblo ha comprendido que los animales sufren y que no es divertido ver sufrir a otro ser vivo.

Sólo hay dos recuerdos de mi infancia y juventud que aún me provocan gran dolor y malestar. El primero, cuando yo era un chaval, allá en mi pueblo, criamos un cerdo para la matanza. Y se nos fue la mano en el cariño. El pobre animal nos seguía a todas partes como un perro faldero, nos rascaba la espalda con el hocico y le gustaba que le rascásemos el lomo con un tejo. Comía de nuestra mano y en una ocasión se enfrentó a un perro que nos atacó haciéndole huir. Nunca olvidaré sus ojos el día que lo sentamos en la banca y mi tío le metió el cuhillo. Sólo le faltó preguntarme ¿Por qué?.
El segundo recuerdo está clavado en mi cabeza como si el toro hubiese sido yo. La única vez que he ido a una plaza de toros y fue para la corrida que en Burgos llaman de Peñas. Al pobre bicho, después de putearle un buen rato, le metieron el estoque por más de diez sitios y no eran capaces de matarle. Lo tuvieron que agarrar los policias de la plaza por los cuernos y acuchillarle el testud al menos en tres ocasiones antes de caer muerto.

Bien, pues todo esto que todo el mundo puede entender y que muchos pro-taurinos calificarían de aberración, no le sive a la Rancia ni a los trincofascistas. El España una grande y libre, circula por sus escasas neuronas como comando que activa su sistema operativo una y otra vez.

Desgraciadamente, veremos como los toros son declarados bien de interés cultural en Madrid, lo mismo que ya lo fue la apertura del Corte Inglés todos los domingos del año.

Salud, venganza, simpleza y Rancias mentes.

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