sábado, 22 de mayo de 2010

Cuentos de la actualidad.

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Berto, Luna y Norberto decidieron una tarde de domingo montar una asociación sin ánimo de lucro. Se trataba de pasar el rato. Los tres eran amantes del cine y decidieron montar un cineclub, pero no de esos de películas raras y de pensar. No, ellos decidieron montar un videoclub de películas de sexo casero. Para ello, se centraron en diversas páginas de internet. Para la exposición de las películas alquilaron un viejo cine del barrio que llevaba más de veinte años cerrado. Los primeros sábados no acudía casi nadie a la proyección de la película y mucho menos a la charla siguiente que daba una sexóloga sobre el tema. Pero poco a poco se fue corriendo la voz y empezaron a llenar el cine sábado tras sábado. Y también el coloquio de después. Tal fue el éxito del invento que, el cineclub gratuito se convirtió en negocio. Para ello, buscaron cinco nuevos socios que pusieron capital para remozar el cine y para sacar las licencias pertinentes. Empezaron por cobrar 1 euro por la entrada al cine y cincuenta céntimos por la charla coloquio. Tan bien fue el negocio que primero subieron los precios y después, diversificaron. Al cine porno casero y a la charla coloquio, se les unió un consultorio sexológico, una asesoría legal de bajo coste y una consulta psiquiátrica y sociológica y también cuatro nuevos socios: un abogado, una asistente social, una sociólogo y un psicólogo. La sociedad de tres amigos se convirtió en una Sociedad Limitada de trece socios en las que se escribieron estatutos sociales y contratos legales. Entre los artículos estatutarios destacaba uno en el que la sociedad no podía tomar otras alternativas de negocio, ni realizar obras de mejora, ni solicitar financiación adicional, sin el voto unánime de los trece socios. Así pues, el boom y la novedad hizo que los clientes llegaran como penitentes a una romería y lo que empezó como un pasatiempo de amigos se convirtió en un lucrativo negocio. Tan lucrativo, que durante más de cinco años estuvieron ganando dinero a espuertas y repartiendo beneficiosas pagas extras entre los socios. Con el tiempo, la gente se fue cansando de la novedad y empezó a dejar de asistir al cine y a los coloquios de la sexóloga. Los impuestos, los gastos de mantenimiento y el canon de las películas empezaron a superar a los ingresos del primero de los negocios. Mientras, las consultorías sociales y legales iban viento en popa, y el resto se mantenían o perdían poco dinero. En reunión de socios, se contó la situación caótica. La presidenta de la sociedad era Luna y junto con Norberto y Berto, eran partidarios de seguir con el cineclub aunque en su decisión primaba más el romanticismo que la razón. Así pues, como no hubo consenso, el negocio del cine sexual seguía adelante perdiendo cada vez más y más dinero. Tres meses después, se celebró una urgente y extraordinaria nueva reunión de socios. La presidenta, seguía erre que erre en el mantenimiento del cine-fórum, mientras que todos los demás votaron por dejar ese negocio. Así pues como no hubo unanimidad, siguieron como al principio. Seis meses después, las goteras hacían mella sobre el local del cine, el proyector se caía a cachos y las butacas del patio, estaban sucias o destrozadas. La asistente social llamó por teléfono a la presidenta y la dio un ultimátum. El psicólogo, se presentó en su casa y le exigió que tomara la decisión de cerrar el cine ya. Se convocó nueva reunión de socios en el que La Presidenta volvió a negarse a cerrar el cine. A cambio propuso despedir a todos los empleados del mismo. Como solución transitoria fue votada por unanimidad. Pero las goteras amenazaban con hundir el techo y la sociedad amenazaba quiebra técnica. Todos comentaban a espaldas de la presidenta que había que tomar decisiones más adecuadas a la situación, pero ella era una romántica empedernida y no se bajaba del burro. Todos sabían que, si querían salvar el resto del negocio debían disolver la sociedad. Pero nadie se atrevía. Todos esperaban que fuera alguno de los otros los que tomaran la iniciativa. La Presidenta no quería romper su sueño del cineclub. Era consciente de que todo se iba al traste pero esperaba que alguno de sus socios presentara una reprobación para abandonar el cargo. Nadie se atrevía y la cosa iba de mal en peor. Un día, tras un invierno lluvioso y con mucha nieve, el techo del cine venció y el edificio se vino abajo. La sociedad entera se fue a la mierda. Todos pensaron que debían haber tomado la determinación de cerrar el cine a tiempo. Pero no fue así. La presión y el miedo a los demás socios acabaron con un sueño.

Moraleja: nunca esperes que otros hagan lo que tu debes hacer. Los sueños y las promesas son importantes y los socios también, pero es mucho más importante ser fiel a ti mismo.

Mi sueño: Zapatero, coge el toro por los cuernos y haz lo que tengas que hacer. Lo peor que te puede pasar es que la historia te llame el indolente. El sueño de una Europa unida, está cada vez más lejos y tus principios deben ser más importantes que los amigos o los clubs de gourmets.

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Ilustración. Manuel Victorio Benítez

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