martes, 29 de junio de 2010

Huelga a los servicios mínimos

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Madrid se ha convertido en un embudo del que todo trabajador quería salir para llegar al currelo. Al contrario que las manipulaciones informativas del día que han intentado inculcar culpabilidad y cabreo general, creo que los trabajadores de Metro Madrid se merecen un 10 por esta su huelga. Primero porque han sido la goma que apretaba la bragas de una Rancia a la que se la veía hoy contristada, con la vena hinchada y con su mala hostia habitual recomiendo sus entrañas. Segundo porque ante la ilegalidad y la prevaricación, su deber es contestar desobedeciendo las normas impuestas. Y tercero porque el derecho a la huelga es un derecho constitucional que con demasiada habitualidad la administración conculca imponiendo servicios mínimos abusivos que dos años después, cuando ya a nadie le importa, un juez acaba dictaminando como ilegales pero que tampoco acarrea la suspensión de quién ha dictado esos servicios a sabiendas de que eran abusivos.

Un servidor es una persona poco viajada que apenas conoce la actualidad de otros países salvo a través de libros y reportajes. Y no sé qué pasa en el resto de Europa. Pero me entristece que después de 33 años de este estado pseudo-democrático, los gobiernos de turno se pasen la ley y los derechos de los trabajadores por el escroto. Es inmoral e ilegal poner servicios mínimos abusivos con el fin de aplacar el seguimiento de la huelga. Es inmoral e ilegal que se impongan servicios mínimos obligatorios sólo a los trabajadores propensos a la huelga. La huelga es un derecho que los trabajadores tienen como medio de presión para conseguir lo que creen justo y que la empresa se niega siquiera a negociar. Cuando se imponen servicios mínimos a los funcionarios o trabajadores públicos alegando que el resto de los trabajadores tienen derecho a utilizar esos servicios es como si se los pusieran a los trabajadores de Fontaneda porque el resto de los mortales tenemos derecho a desayunar Marías todos los días. Evidentemente la huelga perjudica siempre a alguien y si no fuera así no sería una huelga. El fracaso de las convocatorias consiste precisamente en eso, en poner servicios mínimos y cuanto más mejor. Así el trabajador acaba viendo que su presión no sirve para nada porque no existe, y ve que la única presión se traslada a su nómina. Los gobiernos minan la actitud del trabajador ante la huelga y recupera parte del dinero que luego negociará.

En el caso de metro-Madrid, encima deben soportar las mentiras y las deslealtades de la Rancia que, en su afán de recuperar dinero público, impone una medida explicando a los TDLC de siempre que viene dada por el Gobierno-Central. La Rancia repite y repite que todos debemos apretarnos el cinturón. Pero no hay hebilla para el cinturón que debería impedir gastarse dos millones de euros en publicidad mientras se les quita las rutas escolares a los niños de los barrios obreros. Ni tampoco la hay para el que debería impedir que, con el dinero de los impuestos (es decir de todos,) se les pague la manutención y el alojamiento a los cabezas huecas que vendrá a ver al Santo-Nazi el año que viene.

Hoy he sufrido para llegar al trabajo. Pero ha merecido la pena sólo por ver la cara de la hijadeputa, por ver como su propia bilis le amargaba el sabor y por la hostia que los trabajadores de Metro-Madrid le han dado en toda la jeta.

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