"Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones". art. 16
Ayer, el Borbón, representando, según él a todos los españoles, acudió en "misión" oficial a la Catedral de Santiago de Compostela a ofrecerle a "su" dios la ofrenda nacional. De nada sirve que España sea un estado aconfesional. De nada sirve tampoco que haya muchos que no crean en un dios caracterizado por el terror a sus adeptos y por una iglesia seguidora que parece estar para inmiscuirse en la política nacional y para difundir ideales fascistas. Tampoco parece importar que en este país haya casi dos millones de inmigrantes que no confesan esa religión.
El acoso a la libertad que estamos sufriendo, conlleva, a parte de una campaña de mala prensa contra derechos de trabajadores como el de huelga y el de negociación colectiva, el establecimiento de los viejos conceptos de estado ya olvidados y que fueron el leitmotiv de los cuarenta años del eunuco genocida: aquello de "una, grande, libre y católica". Si ayer el Borbón reclamaba la unidad de España y acudía a una fiesta católica del patrón de una España aconfesional, en la Comunidad de Madrid, donde gobierna la más Rancia de todos los neoliberales fascistas que pululan por el Partido trincofascista, llevamos dos años soportando el restablecimiento de uno de aquellos jueves que relucían más que el sol: el Corpus Christi.
No es pues casualidad, que el máximo representante del estado haya asistido hoy "bajo palio" a la fiesta en honor del apóstol, que es conocido como "matamoros" y que representa lo más carca, casposo y fascistoide de un estado con el partido de extrema derecha más rancio de toda Europa.