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“Hay que respetar la ley” decía la marquesa Rancia cuando los huelguistas del Metro se saltaban los excesivos servicios mínimos. Ayer entró en vigor la ley que despenaliza la interrupción voluntaria del embarazo. Para el patriota presidente de Murcia (ese con apellido de Director General del Movimiento) el cumplimiento de la ley sólo afecta a las que hace su partido. Es una más de tantas salidas de pata de banco del partido trincofascista. Es una más de las diferentes varas de medir. Es algo con lo que el ciudadano de a pie se está mal acostumbrando y que los fascistas trincosos del partido de los trabajadores saben. Ellos sueltan su hedor por la boca sabiendo que siempre habrá alguien a quien se le quede pegado cuan garrapata.
Ayer, el supremo rebajaba también la pena a aquel concejal del OPUS y del partido fascista de los trabajadores que se gastaba la pasta del erario público con una visa institucional en puticlubs y en chaperos varios. Dice el Supremo que no está claro que los chaperos no dieran su consentimiento a la hora de mantener relaciones sexuales. Que yo sepa, en el tema de si gastó o no gastó la pólvora del rey, no afecta nada si los cañones y los culos eran o no consentidos, sino si la pólvora era propia o robada de los arsenales reales.
Poco hay ya que me asombre en este mundo vulgar y menos en este país de tres al cuarto, dónde los gañanes se convierten en empresarios de moda, los ladrones, estafadores y mafiosos pueden llegar a presidir diputaciones provinciales o comunidades autónomas, dónde un metro son noventa centímetros o uno noventa dependiendo si se mide en los alrededores de la calle Génova o si lo hacen en Orcasitas, dónde los trabajadores que luchan por sus derechos son insolidarios y los patronos golfos, líderes a quién seguir, dónde una analfabeta de San Blas es catedrática, a pesar de no saber ni como se llama y los universitarios burros con carnet.
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