viernes, 15 de octubre de 2010

BLOG ACTION DAY 2010

Abrir un grifo, pegarse una ducha, regar el jardín, tirar de la cadena después de arrojar la colilla a la taza, son actos habituales en los países del mal llamado primer mundo. Actos que por su habitualidad y facilidad, casi nadie aprecia ni le da importancia.

Sin embargo, millones de personas no tienen acceso directo al agua y deben de recorrer kilómetros a pie, cargando con insalubres contenedores, hasta el manantial o fuente de suministro. Otros tantos millones, tienen el agua más o menos accesible pero en unas condiciones que producen enfermedad y muerte. Cuarenta y dos mil personas mueren semanalmente en el tercer mundo a consecuencia de un líquido que más que agua es veneno.

En nuestro país, es motivo de diferencias irreconciliables entre comunidades. Mientras algunos quieren hacer negocio con un elemento del que no disponen, otros intentan gestionar los cauces de los ríos como si fueran exclusivos de su comunidad. Gobiernos como el de las Correas de Valencia y Murcia, pretenden sangrar ríos en otras partes del territorio nacional, no para mitigar su sed, sino para saciar la avaricia de sus amigos en cultivos masivos, campos de golf y casas de holgar.

Y mientras aquí, unos reclaman el agua que no les pertenece, entre otras cosas porque no la tienen y no saben administrarla, países como Etiopía se mueren de sed y de hambre por falta de esa agua. Porque el agua, no solo da de beber. El agua es un bien tan preciado, que riega los campos que nos dan de comer. Sin agua, no hay agricultura y sin agricultura no hay para comer.

Un informe de ADENA, dice que si seguimos a este ritmo, necesitaremos dos planetas para satisfacer nuestras necesidades de consumo de recursos naturales dentro de 20 años. Pero no sólo es eso. A este ritmo, dentro de treinta años, más de las tres cuartas partes de la población tendrá serias dificultades para acceder al agua potable. Sólo el 3% del agua del planeta es dulce y sólo 1/3 de ella, puede estar a nuestra disposición.

Debemos educar a nuestros hijos en la importancia de no malgastar el agua. En que la consideren como el bien escaso que es y al que hay que cuidar como oro en paño. La tierra se está muriendo poco a poco y el agua es parte de esa tierra. O tomamos conciencia de ello, o nuestros tataranietos no tendrán oportunidad de sobrevivir.

Pensemos en todo esto, la próxima vez que nos quejemos porque está lloviendo.
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