viernes, 18 de febrero de 2011

Los Lunes, ni sol. Cuento

Todo sucedió sin saber cómo ni por qué. Una cosa llevó a la otra y ésta a otra y todo se fue enredando sin saber muy bien como de un hilo tan fino había llegado a una madeja tan enmarañada y compleja. Las cosas, simplemente se tuercen y nunca sabes en qué momento lo que es un recta se empieza a desviar y acaba siendo una tangente.

Arturo tenía la cara desencajada y el miedo se reflejaba en sus ojos y, aunque el pasamontañas le cubría casi toda la cara, su piel se adivinaba convertida en un purpúreo carmesí. De momento, todo estaba tranquilo. Los empleados del banco encerrados en el baño, el director tendido en un suelo húmedo teñido de rojo. La apoderada haciéndole compañía al director. Fuera, la policía rodeaba el edificio. Dentro reinaba la calma y la oscuridad, aunque todo fuera pasajero y breve, muy breve.

Recostado detrás de una de las mesas típicas de una sucursal bancaria puesta patas arriba y enfrentada como parapeto a la vitrina de la calle, Arturo, atónito, no daba crédito a lo sucedido. El sólo quería entrar, llevarse el dinero rápidamente y no volver a saber nada de atracos si encontraba trabajo. Porque su mujer y sus dos hijos pequeños no tenían la culpa de que este mundo fuera tan cabrón. Porque su mujer y sus dos hijos tenían derecho a comer todos los días. Porque esta vida es tan asquerosa que nadie valora a los demás. Porque, ¿de qué le había servido ser un chico bueno durante 25 años? Nunca había dado un problema, nunca había dicho que no a una hora extraordinaria aunque supiera que nunca se la iban a pagar. Nunca había dicho que no a volver, antes de que acabaran sus vacaciones, al trabajo. Porque Don Antonio, había sido como un padre para él. Don Antonio le había contratado hacía más de 25 años y él era capaz de dar todo por Don Antonio. Pero llegaron sus hijos, esos desgraciados que sabiendo que nunca les faltaría el dinero, se dedicaron desde pequeños a vivir la vida. Ni estudios, ni trabajo, ni nada. Todo era despotismo, diversión y gastar sin miramientos. Así, cuando su padre se retiró, la empresa entró rápidamente en barrena. Rápidamente cayeron las ventas. Rápidamente gastaban más dinero que el que entraba y confundían la empresa con lo suyo. Y así, cinco años más tarde, con veinticuatro años a sus espaldas, empezaron los problemas. Primero atrasos en el cobro de las nóminas. Luego pagas extras que nunca se ingresan, meses de retraso y un día vas a trabajar y te encuentras con la persiana de la nave bajada. Te encuentras que tus compañeros están en la puerta y que como tú, no entienden nada. No saben qué pasa, bueno, si lo sabes pero no te lo quieres creer. Sabes que estos hijoputas han cogido la pasta que les quedaban y se han largado, dejándote en la puta calle después de veinticinco años dejados en cada baldosa, en cada pared, en cada albarán, en cada fichero de cliente. Veinticinco años arrojados a la basura por unos niñatos ineptos e insensibles. Y te vas al paro, y te dicen que no tienes derecho porque no sabes si la empresa ha quebrado o sus dueños están buscando capital. Y te pasas medio año sin cobrar hasta que un juez decide que la empresa ha quebrado y aunque sabes que nunca cobrarás los nueve meses que te deben, te alegras porque al menos tendrás paro.

Dos años pasan en nada. Y, al principio, crees que nunca pasarán porque encontrarás pronto trabajo. Y empiezas las primeras mañanas como un niño que va al colegio por primera vez. Y te bajas al quiosco y compras la prensa. Y te metes en internet y buscas ofertas de trabajo y te acercas a la empresa de trabajo temporal de la esquina y les dejas tu futuro en un currículum medio inventado. Y cuando al principio te llaman y te ven, sabes que nunca más te llamarán. Porque tras veinticinco años haciendo lo mismo, no sabes hacer otra cosa. Y, aunque te sientes en la flor de la vida, ellos te ven como un viejo incapaz de reciclarse. Y pasa un mes, dos, y ves que cada día te llaman menos empresas. Y tres y cuatro. Y empiezas a no comprar el periódico porque hay que reducir gastos. Cinco, seis ya sólo vas a fichar y esperas que te llame el INEM. Doce, trece, ya ni te vistes decentemente y te pones cualquier cosa. Dieciocho, diecinueve has perdido toda la ilusión y empiezas a pensar que pasará cuando se acabe el paro. Y se acaba, y recibes una carta del banco diciéndote que te van a embargar la vivienda. Una vivienda a la que te cambiaste hace diez años porque queríais algo mejor. ¡Y los préstamos eran tan fáciles!, y tu casa de toda la vida la vendiste a tan buen precio que total en quince años pagarías la otra con una letra que te podías permitir. Pero no contabas con esos hijosdeputa que dilapidaron la herencia de su padre en cinco años. Ni que esta crisis provocada por los bancos nos dejara a todos patidifusos. Y el banco amenaza con quitarte la casa y acudes a tu sucursal y el director te dice de buenas maneras que te den por culo. Y te echa la culpa por pedir un préstamo que no puedes pagar. Por haber comprado una vivienda que no te puedes permitir y te cuenta que no son las hermanitas de la caridad, ni Cáritas. Que ellos están allí para ganar dinero. Y cuando el juzgado te dice que o pagas los atrasos o te ejecutan la hipoteca, te hechas al monte. Y le dices al yonqui de la esquina que necesitas un arma y te lleva a un colega que te vende una. Y te acercas al banco con un pasamontañas y le pides la pasta al cajero, que se pone nervioso y toca la alarma. Y el director se acerca y le tienes tantas ganas que le echas la culpa de todo. Y cegado por la alarma, por el paro y por esos hijoputas que se llevaron la pasta después de veinticinco años le pegas un tiro y se acerca la apoderada a ayudarle y le pegas otro tiro. Y no has acabado de apretar el gatillo cuando oyes las sirenas. Y preguntas dónde están las llaves, y cierras la sucursal. Y metes a los empleados y a los dos clientes que han tenido la mala suerte de coincidir contigo en el baño. Y te atrincheras detrás de una mesa, aunque sabes que no saldrás de esta. Porque es mejor que tu mujer sea viuda y cobre la pensión y que el seguro del préstamo se haga cargo de la hipoteca, a tenerse que ver en la calle, con dos hijos pequeños y a ti en la cárcel.