lunes, 15 de agosto de 2011

La guerra no puede ser la solución


Según Wikipedia, en el capitalismo los individuos y las empresas llevan a cabo la producción y el intercambio de bienes o de servicios en forma libre dentro de la división del trabajo, con el propósito necesario del beneficio monetario para la obtención de recursos en función de cualquier orden de fines dentro del marco de una cooperación mediatizada por el mercado.La distribución, la producción y los precios de los bienes y servicios son determinados por el libre mercado, la oferta y la demanda entre productores y consumidores.
Es decir, que para que exista capitalismo debe haber un productor, un consumidor, un mercado y dinero con el que el productor paga al trabajador y con el que éste paga los bienes de consumo.

¿Qué pasa entonces cuando el consumidor no tiene dinero porque no hay trabajo? ¿Qué pasa cuando el dinero no es consecuencia de la producción de bienes sino de la especulación con esos bienes o de la compra y venta no de bienes tangibles, sino de los inventados (digamos, por ejemplo que se compra y vende el color del aire)?

No hay sistema económico sin estados. Los estados, son uniones territoriales dónde viven personas. Estas personas, sostienen el estado a base de donar parte de su capital. Son los llamados impuestos. Lo que la moral judeo-cristiana (en la que el mundo occidental basa sus leyes) dice, es que, contribuye más quien más tiene.

Pero, ¿qué pasa cuando ese dinero obtenido en operaciones moralmente deplorables se invierte a su vez en campañas electorales, con el fin de que si gana el candidato invertido, éste arregle las legislaciones para que lo que hasta entonces era ilegal, deje de serlo o para qué los impuestos dejen de ser sobre el capital para convertirse en impuestos sobre el uso de esos bienes?

Lo que ocurre si el consumidor no tiene dinero porque no lo obtiene trabajando, es que el sistema tradicional quiebra ya que uno de los actores del capitalismo deja de serlo. Es lo que llaman recesión o bloqueo del mercado. El productor no vende, porque no hay quién compre, el mercado se colapsa, bajan los precios y llegan las quiebras de los negocios.

Pero, el otro mercado, el especulativo, no se satura y por tanto no hay recesión que valga. Como además no paga impuestos puesto que no usa bienes y la acumulación de dinero ha dejado de sostener al estado, lo que también ocurre es que quién quiebra es el estado al no poder sostener todos sus servicios, como la sanidad o la educación porque no obtiene financiación mediante los impuestos.

El mercado especulativo, tiene también solución para eso: la deuda pública. Comprar y vender deuda pública es un buen negocio ya que tampoco paga impuestos y sus beneficios acumulados no tienen el gravamen que debieran. Claro que un estado, no puede financiarse a un interés ilimitado puesto que no podría pagar los intereses. Cuando esto ocurre, debería tomar la opción de volver al sistema impositivo tradicional: quién más tiene, que pague más. Pero quién más tiene, son los que obtienen sus beneficios de la deuda y de la especulación y los que han conseguido que fulano sea el presidente o primer ministro. Lo que en realidad significa que, no se atreverá a subir impuestos directos.

Entonces, llega la situación actual, dónde los trabajadores no pueden consumir porque carecen de ingresos ya que no tienen trabajo. Sin embargo, son los que más sostienen al estado a través del uso de bienes de primera necesidad. Pero eso no es suficiente porque el estado no recauda lo que debiera. Los políticos que dicen representar al pueblo pero que realmente representan a quiénes han pagado sus campañas electorales y que no están entre los que pasan necesidades, en lugar de subir los impuestos directos, se dedican a reducir los servicios que el estado presta.

Esto, produce más desigualdades, más resentimiento, más cansancio en la población y cuando la ocasión es propicia, actos vandálicos, violencia y rapiña.

Los políticos entonces reaccionan quitando libertades: impidiendo salir a la calle a la población, impidiendo sus comunicaciones o interviniendo las mismas. Esto, a su vez, produce más asqueamiento de los que peor lo están pasando y más violencia. Lo que a su vez provoca la reacción de quién no tiene problemas que se pone a favor de los gobiernos y de los especuladores. Eso, lleva a los salvapatrias al poder, a las dictaduras, a los sueños megalómanos, a las rencillas entre estados que se convierten en odio insalvable e inevitablemente a la guerra.

La destrucción de la guerra, el diezmo de la población y la nueva necesidad de bienes de guerra, vuelven a los principios del capitalismo y vuelta a empezar.

Mientras, los especuladores ven los toros desde su barrera infranqueable y ganan, antes, durante y después.